“Les contaste un cuento sabiéndolo contar
y creyeron que tu alma andaba mal
la mediocridad para algunos es normal
la locura es poder ver más allá”
(De la canción “Bienvenida Casandra”, de Sui Generis, en el álbum “Pequeñas anécdotas sobre las instituciones”).
En los orígenes de nuestra civilización occidental hay no pocas representaciones de las mujeres como personas sin voz. En términos metafóricos y también literales. Uno de los más conocidos, y de los más reveladores, es el de Medusa. La leyenda más extendida la pretende una sacerdotisa hermosa, que es violada por Poseidón en el templo consagrado a Atenea. La doncella denuncia el ultraje ante la diosa, pero no sólo no es escuchada sino que es condenada por sacrilegio. Medusa ni siquiera es oída por sus dioses... El castigo es brutal y poderosamente significativo: es convertida en ese ser infernal, con serpientes en lugar de cabellos, que convierte a los hombres en piedra. Ahora, la Gorgona carece de palabra. La palabra hubiera sido para ella mucho más eficiente como instrumento de aniquilación: los oídos no tienen párpados que puedan cerrarlos. Sin embargo, a la mujer que -simbólicamente- no tenía voz cuando era humana, aún ahora que fue convertida en monstruo solamente le es dable mirar.
Conforme Grecia evoluciona y los dioses se humanizan, aparece otro mito relevante: el de Casandra. “Apolo, enamorado de ella, le había prometido enseñarle a adivinar el porvenir si accedía a entregarse a él. Casandra aceptó el pacto, pero una vez instruida, se rehusó. Entonces Apolo le escupió en la boca, retirándole no el don de la profecía, sino el de la persuasión”, recoge Pierre Grimal en su Diccionario de Mitología Griega y Romana. Es decir, Casandra mira el futuro, advierte sobre lo que va a ocurrir, pero nadie le cree. La masculinidad se había encargado de que la palabra femenina careciera de valor.
Todos estos son relatos anteriores a “Nuestra Era”, es decir, a la cristiandad. Es difícil -y asaz discutido- establecer hacia qué años fueron escritos. Pero infinitamente más complejo es descifrar, a la luz de estos mitos, cuál es el año (no del calendario sino de la occidentalidad) en que vive Tucumán. Justo ahora cuando el femicidio de Paola Estefanía Tacacho revela que ella fue una mujer cuya voz no fue oída. O cuya palabra, de haber sido escuchada, no fue creída.
Personificaciones
Paola acudió a la Justicia, que en nuestros tiempos ancestrales también fue una diosa: Temis (segunda esposa de Zeus entre los griegos) o su hija Astrea (personificada en Iustitia, entre los romanos). Y la Justicia no la escuchó. Como publicó LA GACETA, trascendió que la auditoría ordenada en Tribunales arrojaría que la joven de 32 años presentó 13 denuncias en el fuero Penal y una en el fuero Civil, además de una denegación de atención de su caso en la Oficina de Violencia Doméstica de la propia Corte. Seis de esas presentaciones habrían sido archivadas, siete estarían sin resolución y una sola habría llegado a pedido de elevación a juicio, en la que el juez Francisco Pisa habría decidido sobreseer al acusado y archivar la causa.
La joven profesora no sólo fue desoída: también fue condenada por la inacción judicial. Ya se ha dicho, citando un inmemorial adagio de la civilización oriental, que “No hay nada que ‘no hacer nada’ no logre hacer”. Así que el hacer de la Justicia fue no actuar y ello logró que la tucumana de 31 años fuera asesinada en la calle por su múltiplemente denunciado acosador, Mauricio Parada Parejas. Igual que Medusa fue ultimada por el filo de la espada de Perseo.
Prerrogativas
La muerte de la comprovinciana revela el divorcio de los privilegiados Tribunales con la cruel realidad de los tucumanos. Igual que como el Olimpo estaba divorciado de la mundana vida humana. Configura una lógica despiadada, pero no menos circular, que los ciudadanos no encuentren respuesta en un poder donde las autoridades, prácticamente, han dejado de ser ciudadanos. Pertenecen a la administración pública, pero ganan como nadie en la administración pública. La casi totalidad de los magistrados no paga el impuesto a las ganancias que tributan hasta los docentes jubilados de escuelas rurales. Entregan su declaración jurada de bienes a la Corte y no a la AFIP, como el común de los mortales. Se jubilan con el beneficio de la movilidad y de la porcentualidad, como muy pocos; y su haber previsional -como nadie- no está sujeto al tope de la Ley de Seguridad Provisional. Donde prevalece la prerrogativa sobre la igualdad ante la ley, no hay repúblicas sino principados.
Lo trágico (en el sentido más griego de la expresión) es la naturalización de este desequilibrio. Por estas horas, quienes promueven juicios políticos contra Pisa (¿sólo a él le pedirán explicaciones?), reclaman que el gobernador, Juan Manzur, no le acepte la renuncia, condicionada al otorgamiento del beneficio del 82% móvil. Al respecto, debe decirse que el objetivo que persigue todo juicio político es que el acusado cese en el cargo público que ocupa, hecho que opera con la dimisión. ¿Por qué oponerse a esa salida? Porque si dimite, le corresponden todos los beneficios previsionales descriptos. Si lo echan, no. Es más: si el renunciante fuera un ministro del Poder Ejecutivo no operarían estos reparos, porque ninguno goza de retiros majestuosos como el de sus señorías. Sin embargo, se actúa como si el problema fuera la renuncia de Pisa, cuando lo son los privilegios reservados a la magistratura.
En esta distancia entre la humana ciudadanía y la blindada Justicia, las 14 denuncias de Paola no fueron suficientes. Ella, como si fuese una Casandra tucumana, advertía lo que iba a pasar, pero no le creían. ¿Cuál es el estándar tribunalicio, entonces? ¿15 presentaciones? Una pregunta que plantea este femicidio es para qué existe semejante andamiaje como el del Poder Judicial si ni siquiera pueda brindar la más minúscula protección. Porque ni el mínimo cuidado hubo para la vida de la “profe” Tacacho. La Legislatura es cuestionada porque tiene un presupuesto superior a los $ 6.000 millones anuales. El de la Justicia es de $ 13.000 millones.
Poderes
La otra cuestión que puso en evidencia este horror es que el precio a pagar por una auditoría judicial es tan alto como primitivo: la vida de una mujer. Debió morir Paola para que hubiese una investigación interna: 14 denuncias no bastaron. También hubo una auditoría luego del asesinato de Paulina Lebbos, perpetrado en 2006, con la diferencia de que la decisión de investigar qué ocurría con la investigación de esa causa (una de las hipótesis era la de la participación en el crimen de “los hijos del poder”) demoró siete años. Cuando se realizó el examen en 2013, el informe de la entonces fiscala Marta Jerez de Rivadeneira sobre la tarea de Carlos Albaca, quien en ese momento era uno de sus pares, fue lapidario. “No fue diligente tratando de descubrir la verdad con la mayor brevedad sino que dejó que los avatares del proceso amortigüen el dolor y el clamor público, y que el paso del tiempo entretenga la investigación con el consiguiente peligro de que las pruebas se estropeen o se pierdan”, anotó ella. Y eso determinó la salida del él. Ahora pide irse Pisa, tras la muerte de otra tucumana. Sólo para que sea patente el hecho de que en esta provincia el poder no aprende nada. Nunca.
Al olimpo judicial, entonces, le preocupa el poder por sobre la justicia. Y eso no sólo deja indefensa a la comunidad, sino que los ciudadanos, como la Gorgona, terminan siendo culpables de ser víctimas.
“Cuando la política entra por la puerta del templo, la justicia huye asustada por la ventana para regresar al cielo”, escribió Francesco Carrara. Los alumnitos de Paola la despidieron, justamente, enviando besos al cielo. Tal vez, sin saberlo, con la esperanza de que ella encuentre allá la Justicia que nunca obtuvo aquí.
Personalismos
A la vez que representación de la Justicia, Temis es también para los griegos la deidad de la Ley Eterna. Acaso porque la personificación de la ley también es femenina en nuestra cultura, lo que ella dice no se oye. O si se escucha, no resulta creíble. En esta luctuosa primera semana de noviembre, una nueva confirmación al respecto llegó desde el Gobierno nacional.
En un almuerzo en Avellaneda con 18 intendentes del conurbano bonaerense y el gobernador Axel Kicillof, el presidente Alberto Fernández les dio un fuerte espaldarazo a los jefes municipales para reinstaurar la reelección indefinida (las eliminó la Ley 14.836, durante la gobernación de María Eugenia Vidal) tanto de ellos como de los concejales. Tan fuerte se escuchó que desde Clarín hasta Página/12 coincidieron en adjudicar la misma aserción al primer mandatario: “si la gente vota una, dos o tres veces” a alguien “es porque algo bueno debe haber hecho”. A lo que agregó: “no debemos ir en contra de la voluntad popular”.
Tan sonoro fue el aval que en Tucumán también se escuchó. A los teléfonos que suenan cerca de Manzur llamaron media docena de jefes municipales locales para decir que ellos “son tan intendentes como los del conurbano”.
Claro está, en Buenos Aires sólo hay que cambiar una ley, mientras que en Tucumán habría que enmendar la Constitución, nada menos. Pero lo cierto es que la novedad “fernandista” fue un tónico vivificador para el sueño reformista del manzurismo. Y entusiasmó, particularmente, porque el lunes, durante el asueto, el tucumano se embarcó a las 8.30 a Buenos Aires para comer con Fernández en Olivos. En la víspera del almuerzo del Presidente con los intendentes.
Una reforma constitucional debe superar muchos obstáculos en Tucumán. El primero es la negativa férrea del vicegobernador, Osvaldo Jaldo, quien hasta aquí muestra y demuestra que la Legislatura le responde. El segundo es la oportunidad social y económica para plantear semejante empresa. Pero lo cierto es que la “intentona” no está sepultada. Y en los jardines de la quinta presidencial, así como frente a la plaza Independencia, no creen que sea mal tiempo para hablar de reelecciones sin tope. Porque en definitiva, como bromea un kirchnerista, Estados Unidos está bastante más complicado que la Argentina. Y, como dice en serio un manzurista, la Justicia tiene problemas mucho más serios que la política en la provincia.